miércoles, 24 de abril de 2013

Un par de minutos.

Pereza del tiempo, no pasa, mientras espero, ya ni recuerdo qué, bajo el farol titilante de la calle Anibal Pinto; porque es realmente extraña esa sensacion de querer observar y esperar algo; la disfruto y con eso basta. Encendí un cigarrillo y me percaté que estoy sola, en esta calle casi vacía, fria y lenta; a lo lejos aparecen adolecentes embriagados, tambaleantes y risueños, la cerveza claramente ya hizo sus efectos en el SNC, son espasmódicos sus pasos, errantes y con risotadas que despiertan hasta a las aves, a mi costado, un árbol, se ve infinito, como si no tuviera copa, inmóvil, la brisa no es suficiente para hacerlo tambalear; en frente, un edificio imponente, con ventanas iluminadas por los colores de sus vicillos y la distintas intensidades de sus lámparas , que hacen sombras con plantas que cuelgan amenazantes desde el balcón en un intento de suicidio permanente.Llama mi atención una mujer, en el piso 13 esta ahí, estática, pensativa con la vista perdida y un cigarro que se consume rápido, permanece perpleja como si no existiera nada mas.
El sonido del teléfono del radiotaxi interrumpe mientras los taxistas fuman y beben café, con la actitud de taxista; esa, la clásica, la que todos conocemos, apoyados sobre sus coches , los limpian, los revisan, urguetean sus celulares, otros de manos en bolsillo, simplemente esperan por algún comensal.
Pereza en el tiempo, casi detenido, los minutos no pasan y extraño el tic Tac del reloj.

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